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Rodeados de Agua | Santorini

Actualizado: 16 jul 2020

Conozco muchas personas que me hablaban todo el tiempo de Santorini. Ese lugar idílico al que muchas parejas quieren ir a celebrar su luna de miel. Yo no sabía nada de ese lugar y por ello, recurrí al profesor por excelencia de esta generación: Google.

Camino a Santorini | Juan Felipe ©

No podía creer lo que veían mis ojos.


Todas las imágenes a las que llegué con mi búsqueda en Google me hacían querer estar allí y sentir lo que miles de viajeros escribían en sus fotografías. Un paraíso al que las palabras no le hacen justicia, si me permiten decirles.


El tema quedó ahí. Se sentía como una de esas conversaciones que te crean motivaciones y te impulsan a hacer algo, pero que, después de un tiempo, se olvida y lo dejas pasar.


No tenía ni idea, que, en unos de esos viajes que te hacen cambiar de mente, de perspectiva y hasta de sueños, iba a llegar a ver ese lugar con mis propios ojos. Pero así es la vida y eso es lo intrigante, que todo tiene un tiempo ideal para desarrollarse; la cuestión es esperar pacientemente y, lo que siempre digo: Disfrutar del viaje.


El 14 de Noviembre del 2019, llegué por fin a Santorini. Eran las 7:43 de la mañana, y yo estaba ya equipado con mi celular, una maleta pequeña, mis gafas de sol, mis audífonos (porque todo viaje es mejor con música) y mis ganas de ver ese lugar. Estaba abordo del Norwegian Epic, un crucero hermoso al que le debo gran parte de mis viajes.


Lo primero que quería era desayunar e intentar bajarme lo más rápido posible. Así que después de comer e ir a recoger mis equipos, corrí a la puerta para darme cuenta de que había una fila inmensa. Algo sobre los cruceros es que siempre hay que esperar a que las autoridades de los puertos nos permitan desembarcar y todos quieren bajarse al mismo tiempo. Algo peculiar pasa en Santorini, y es que, es una isla y no tiene un puerto para embarcaciones del tamaño del Epic.

El Norwegian EPIC | Juan Felipe ©

Para que se hagan una idea de las dimensiones del EPIC, acá está la fotografía.


Y, ya que Santorini no tiene un puerto adaptado, a la isla se llega en los Tender Boats, esos barcos que tiene el EPIC para casos de emergencias. Salí entonces, y logré divisar a la distancia una montaña enorme por donde el sol apenas se estaba asomando. Hacía un poco de frio pero yo estaba tan encantado con el panorama que, en definitiva, el frio era lo último en lo que yo estaba pensando.


Allí estaba. Con un impecable color blanco. Sobre una montaña iluminada por los tenues rayos del sol: Santorini.


Mi atención pasó de estar centrada en el sol y en las montañas, al color blanco que tiene Santorini. Ahora quería que el barco acelerara para poder llegar más rápido y dar el primer paso hacia lo que es una de las historias más lindas que tengo.


La moneda local es el Euro, aunque en algunos lugares aceptan dólares. Hay dos formas de subir: caminando o por teleférico. La caminata es fácil, no es nada compleja de asimilar, pero debido a que hacen muchos paseos en burro por ahí, hay heces por todo el camino y es un tanto incómodo. Son escaleras largas y en algunos tramos un poco empinadas.


El teleférico por otra parte, es mucho más rápido, más ordenado, pero siempre hay largas filas para subir porque, seamos honestos, la pereza gana muchas veces. En ese momento conocí a Candy, una canadiense de 34 años que viaja por cuarta vez a Santorini con su Esposo Jacke, canadiense de 36 años. Coincidimos en el teleférico, y en esos 14 minutos y 27 segundos, me di cuenta de que compartimos un interés común en descubrir lugares y personas.

Una vez arriba, esta era mi vista. Ante mis ojos estaba uno de esos lugares que se robaba la atención en todas las charlas con amigos o conocidos. Ya lograba entender los adjetivos que usan comúnmente para referirse a Santorini: Preciosa, Impecable, Imponente, Maravillosa, Especial ... Todos y cada uno de esos, la describe muy bien.


Con esa pareja disfruté un vino y, aunque no soy muy fan del vino, me gustó. Les pregunté sobre la razón de venir por cuarta vez a este lugar pudiendo ir a descubrir otros y su respuesta fue aún más interesante: "Juan, you know, it's not the place that makes the trip special, is the person you share it with, even if it's yourself".


Eso traduce: "Juan, tú sabes, no es el lugar lo que hace especial un viaje, es la persona con la que lo compartes, incluso si es contigo mismo".

Y cuánta razón tienen. Luego de un vino con algunas botanas, nos despedimos, agradecí su compañía y los dejé atrás con un abrazo a lo Colombiano. Llenito de agradecimiento.


Seguí caminando y descubriendo que es bastante laberíntica pero solo tienes dos lugares hacia donde ir: arriba o abajo. Total es una montaña, no te vas a perder fácil. Duré más o menos 4 horas y 46 minutos caminando sin detenerme. Ya saben cómo es cuando estás haciendo algo que te gusta ... Pierdes totalmente la noción del tiempo.


Así mismo, me di cuenta de que, llegaba la hora triste de despedirme (temporalmente) de Santorini. Así que me empeñé en caminar lo más alto que pude hasta una cúpula azul.

La Cúpula Azul | Juan Felipe ©

Hay varias cúpulas azules en Santorini. Pero esta fue muy especial porque, después de casi 5 horas a pie, ahí me senté debajo de la sombra de esta cúpula y pude por fin descansar. Asimilar todo lo bonito que ahora conocía.


Cerré los ojos y di gracias a Dios por dejarme estar ahí. Por Candy y Jacke. Por el sol intenso que estaba haciendo, aunque, debo resaltar que estaba muy fresco. Nada de ese calor agobiante que es molesto.


Me levanté, di un último vistazo y decidí tomar esa foto para recordarme los sentimientos que florecieron en mí en ese preciso momento. Regresé al bar, Kastro se llama, intentando encontrar a los queridos canadienses para despedirme pero no los encontré. Así que decidí hacer un último video antes de regresar.



En el regreso, conocí a Teffari (no sé si esté escribiendo su nombre correctamente, espero que sí). Alta, morena, con ojos verdes oscuros. Una sudafricana muy bella, fotógrafa y amante de los animales. Hablamos de bajada, casi 27 minutos nos demoramos en bajar.

Una última vista | Juan Felipe ©

Santorini deja el corazón calientico. Te devuelve vida. Te hace sentir brillante y renovado. Y Santorini, es el lugar que empieza mi viaje, el lugar que transformó mi vida completamente y sembró en mi alma el anhelo de viajar y recorrer el mundo, hasta donde mis pies me dejen llegar.

Espero hayan disfrutado de esta corta experiencia. Los espero en un próximo post para que, aun sin poder viajar, logremos recorrer el mundo con el corazón. Para que abramos los ojos, y guardemos la esperanza, de que pronto podremos abrir las maletas.

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